A lo que Atienza replica: -¡Qué alcalde ni qué cuerno! ¡Viva Dios! ¡Viva Lapeza! ¡Viva la independencia española! Y, una vez cambiado este saludo de guerra, su merced ordena a Jacinto que toque un largo redoble; llama a su lado al pregonero, y, por boca de éste, que repite una a una y hasta media a media las palabras del caudillo, pronuncia la siguiente proclama, no escrita: "Por-noticias-del tío Piorno-Se ha sabido-que-el enemigo de la patria viene hoy a Lapeza-a conquistarnos-y-robarnos los bienes; -y nosotros, con la bendición del señor cura-y el auxilio-de nuestra santa patrona-la Virgen del Rosario,-vamos-a defendernos-como buenos españoles-y a mostrar-a la ciudad de Guadíx-que-si ella-se ha entregado al francés,-los-vecinos de Lapeza-saben morir,-como murieron-los vecinos de Madrid-el día Dos de Mayo, o-vencer-como vencieron-los vecinos de Bailén-hace dos años; -y, en su virtud,-el Alcalde-hace saber-a estos vecinos-que-el que no perezca-en el presente día-defendiendo su casa-será declarado-mal español-y traidor a la patria-y morirá,-como corresponde, colgado de una encina de la sierra.-Y para que conste,-nO sabiendo firmar,-lo hace su merced-con la cruz que acostumbra,-de que certifica-el infrascrito.-¡Viva Dios!- ¡Viva la Virgen! - ¡Viva España! - ¡Viva Fernando VII!-¡Muera Pepe Botellas!-¡Mueran los franceses! - ¡ Muera Godinot! - ¡ Mueran los traidores!"